Es necesario afrontar y acometer este asunto con objetividad y desproveerse de excesos emocionales que perturbaran la visión clara y amplia del transito sagrado de La Muerte.
Se debe a esta condición de seres mortales que los humanos se asoman a su consciencia obligada, en la segunda mitad de su existencia y, decimos segunda mitad porque, aunque nadie sabe la duración de su vida, de alguna manera las células lo intuyen y mandan señales que consiguen sortear miedos y negaciones que la mente se ha empeñado en sembrar a lo largo y profundo del organismo. Inútil por otro lado, ya que para la observación apropiada, todo lo viviente emite una señal inequívoca que anuncia la proximidad del momento crucial.
Resulta complicado reflejarlo únicamente con palabras por lo que una meditación de ojos abiertos, serena, desde la vida y la plenitud de la consciencia de nuestro tiempo y momento vital, es la mejor manera de hacer una incursión a un simulacro mortal que, por otro lado, ocurre dentro, fuera y a nuestro alrededor de manera constante.
Pensémoslo bien, todo lo perdurable lo es por una razón a modo de denominador común, se autorregula, auto recicla, auto regenera. El planeta lo hace en un alarde magistral de orden y combinación impecable de sucesión de ritmos contenidos unos dentro de otros. El agua por ejemplo, hoy sabemos que es la misma cantidad desde los orígenes y estabilización de la última era en la que estamos inmersos. No sólo es la misma cantidad, sino que, además es la misma agua. Parece asombroso, sobre todo porque no es algo en lo que el sistema y modelo de vida actuales nos invite a reflexionar y, sin embargo, es crucial. El mismo agua, sólo que modificada en cuanto a su estado, sólido, líquido o gaseoso, pero sobre todo, limpia o no, dependiendo de los esfuerzos a los que se haya visto sometida a soportar.
El agua portadora de vida, es la misma esencia y, está implicada en todo el planeta. Dando un salto de gigante en el acercamiento de los ecosistemas, especies animales y vegetales, nos ponemos en un triple en el ser humano. Somos como el planeta, pero en miniatura, también tenemos tres cuartas partes de agua, entre un 80 y un 70 por ciento de agua en el periodo de mayor productividad vital de nuestra existencia, cuando somos niños y jóvenes es mayor y vamos perdiendo líquido u oxidándonos, por lo tanto, perdiéndolo a medida que nos vamos haciendo mas adultos y ancianos, nos secamos, así de simple, duro, pero simple. Es posible que lo de “secarnos” haya despertado varios paralelismos en las reflexiones de algunos. Debo confesarles que también tienen razón, nos secamos en todos los sentidos, falta de agua es también tristeza, ausencia de ánimo, depresión, estrés, angustias y demás asuntos muy de actualidad. No bebemos agua suficientemente para facilitarle al organismo un buen drenaje de humores y amores.
La desertización del planeta tiene unos efectos similares para La Tierra y todo lo que depende y dependemos de ella. Que el planeta sufre es una obviedad y que con ella la inmensa mayoría de los seres a los que sustenta es algo cada vez que se patentiza con mayor severidad. El planeta gira sobre sí mismo, como nuestra mente da vueltas y más vueltas en nuestras horas interminables de insomnio, pero también gira para dormir y abandonarse a la suerte de un orden que la contiene, con la esperanza de que el nuevo sol la alumbrará nuevas perspectivas desde su interior creativo. Ese interior lo constituimos nosotros de una manera especial, ya que por el momento sabemos que somos seres creativos, imaginativos, potencialmente ilimitados y con el poder de cambiar lo necesario para la supervivencia y su mayor conquista de bienestar.
El hombre también necesita dormir y recuperar energías durante las horas de sueño, muchos de esos sueños revelan opciones, ideas útiles que puestas en marcha sobre un asunto concreto resultan ser decisivas y resolutivas de problemas que creíamos imposibles de solución. La naturaleza ha establecido ritmos sabios para cada cosa, ser, utilidad, propuesta incipiente de vida o cualquier esfuerzo por superarse. Así nuestro organismo se regenera a nivel sanguíneo cada 21 días, la piel cada 3 meses y sumándole a estos programas la capacidad de respirar conscientemente de lo que supone de bueno hacerlo correctamente, comer adecuadamente y saludablemente, beber agua sana, pensar en positivo y por ende permitirle al pensamiento alinearse con las emociones. Nuestro morir diario que supone en parte el dormir, tiempo durante el cual millones de células pasan al circuito de desechos dejando espacio para que la regeneración celular tenga lugar, supone un renacer también diario y una renovación total del organismo, aproximadamente cada 7 años.
Conscientes de que estas reflexiones invitan a otras de mayor calado si cabe, no pretendemos dejarles sin respuestas. Es posible que estén pensando en las enfermedades crónicas, las degenerativas, y por fin una vez más desemboquen en la muerte. Sí nos regeneramos, regulamos y renacemos ¿cómo es posible que enfermemos y finalmente muramos, cuando nadie quiere estar enfermo ni mucho menos morir?
Todos traemos un conjunto de recursos, caja de herramientas, y un precioso programa vital de origen con un potencial ilimitado. Ahora bien, desde que ponemos un pie en este mundo todo lo que nos afecta y absorbemos de manera directa, indirecta, incluso subliminal, nos modifica el programa de mutación hacia la ilimitación por otro bien conocido de temores, dudas, miedos que nos minan la autoestima, la seguridad en nuestro potencial, nos dificultan la posibilidad de desarrollarnos positivamente y nos va haciendo olvidar que, nuestras herramientas y recursos, en muchos casos, están tan sepultados en el programa que ya no sabemos que están ahí.
Por lo tanto, la actualización del programa se hace obligado. Una buena aceptación del presente inmediato, valentía, adaptación, flexibilidad. Por supuesto una desintoxicación física, mental, emocional y por ende espiritual, han de llevarse a cabo de forma multidimensional. A través de tratamientos holísticos que contemplen al ser como una complejidad maravillosa, llena de especializaciones conquistadas a lo largo de los tiempos, igual que La Tierra.
Morimos, es un hecho, que nos cueste más o menos aceptarlo es otra cosa. Pero si aprendemos a vivir con ello, probablemente aprovecharemos positivamente el tiempo y también seremos capaces de capitalizar nuestras experiencias con sabiduría que podamos transferir a los demás tanto en ideas, decisiones, emociones y atenciones que ahora no son lo más generalizado de nuestras acciones entre congéneres. Hasta ahora hemos sobrevivido lastimosamente y estamos al borde de provocar daños irreparables, a nosotros mismos, al planeta entero y a las generaciones venideras. Podemos probar a cambiar la actitud y posicionarnos en el otro lado de la cuerda, en lugar de tirar para aprovecharnos de mas, tirar para atraer las bendiciones que se esconden debajo de todo momento especial y este, lo es por antonomasia.
Es una opción, pero también es una obligación y una responsabilidad que nos viene dada con el regalo de la Vida. No hacer frente a tales deberes es una dejación injustificable y nos sitúa en una posición de necios. Por supuesto, todos somos libres y también poseemos el don del libre albedrío. Usarlo con sabiduría es nuestro privilegio, dejarlo en desuso o mal uso sería un Pecado Mortal. Elige, pues no hay mucho tiempo.
Se debe a esta condición de seres mortales que los humanos se asoman a su consciencia obligada, en la segunda mitad de su existencia y, decimos segunda mitad porque, aunque nadie sabe la duración de su vida, de alguna manera las células lo intuyen y mandan señales que consiguen sortear miedos y negaciones que la mente se ha empeñado en sembrar a lo largo y profundo del organismo. Inútil por otro lado, ya que para la observación apropiada, todo lo viviente emite una señal inequívoca que anuncia la proximidad del momento crucial.
Resulta complicado reflejarlo únicamente con palabras por lo que una meditación de ojos abiertos, serena, desde la vida y la plenitud de la consciencia de nuestro tiempo y momento vital, es la mejor manera de hacer una incursión a un simulacro mortal que, por otro lado, ocurre dentro, fuera y a nuestro alrededor de manera constante.
Pensémoslo bien, todo lo perdurable lo es por una razón a modo de denominador común, se autorregula, auto recicla, auto regenera. El planeta lo hace en un alarde magistral de orden y combinación impecable de sucesión de ritmos contenidos unos dentro de otros. El agua por ejemplo, hoy sabemos que es la misma cantidad desde los orígenes y estabilización de la última era en la que estamos inmersos. No sólo es la misma cantidad, sino que, además es la misma agua. Parece asombroso, sobre todo porque no es algo en lo que el sistema y modelo de vida actuales nos invite a reflexionar y, sin embargo, es crucial. El mismo agua, sólo que modificada en cuanto a su estado, sólido, líquido o gaseoso, pero sobre todo, limpia o no, dependiendo de los esfuerzos a los que se haya visto sometida a soportar.
El agua portadora de vida, es la misma esencia y, está implicada en todo el planeta. Dando un salto de gigante en el acercamiento de los ecosistemas, especies animales y vegetales, nos ponemos en un triple en el ser humano. Somos como el planeta, pero en miniatura, también tenemos tres cuartas partes de agua, entre un 80 y un 70 por ciento de agua en el periodo de mayor productividad vital de nuestra existencia, cuando somos niños y jóvenes es mayor y vamos perdiendo líquido u oxidándonos, por lo tanto, perdiéndolo a medida que nos vamos haciendo mas adultos y ancianos, nos secamos, así de simple, duro, pero simple. Es posible que lo de “secarnos” haya despertado varios paralelismos en las reflexiones de algunos. Debo confesarles que también tienen razón, nos secamos en todos los sentidos, falta de agua es también tristeza, ausencia de ánimo, depresión, estrés, angustias y demás asuntos muy de actualidad. No bebemos agua suficientemente para facilitarle al organismo un buen drenaje de humores y amores.
La desertización del planeta tiene unos efectos similares para La Tierra y todo lo que depende y dependemos de ella. Que el planeta sufre es una obviedad y que con ella la inmensa mayoría de los seres a los que sustenta es algo cada vez que se patentiza con mayor severidad. El planeta gira sobre sí mismo, como nuestra mente da vueltas y más vueltas en nuestras horas interminables de insomnio, pero también gira para dormir y abandonarse a la suerte de un orden que la contiene, con la esperanza de que el nuevo sol la alumbrará nuevas perspectivas desde su interior creativo. Ese interior lo constituimos nosotros de una manera especial, ya que por el momento sabemos que somos seres creativos, imaginativos, potencialmente ilimitados y con el poder de cambiar lo necesario para la supervivencia y su mayor conquista de bienestar.
El hombre también necesita dormir y recuperar energías durante las horas de sueño, muchos de esos sueños revelan opciones, ideas útiles que puestas en marcha sobre un asunto concreto resultan ser decisivas y resolutivas de problemas que creíamos imposibles de solución. La naturaleza ha establecido ritmos sabios para cada cosa, ser, utilidad, propuesta incipiente de vida o cualquier esfuerzo por superarse. Así nuestro organismo se regenera a nivel sanguíneo cada 21 días, la piel cada 3 meses y sumándole a estos programas la capacidad de respirar conscientemente de lo que supone de bueno hacerlo correctamente, comer adecuadamente y saludablemente, beber agua sana, pensar en positivo y por ende permitirle al pensamiento alinearse con las emociones. Nuestro morir diario que supone en parte el dormir, tiempo durante el cual millones de células pasan al circuito de desechos dejando espacio para que la regeneración celular tenga lugar, supone un renacer también diario y una renovación total del organismo, aproximadamente cada 7 años.
Conscientes de que estas reflexiones invitan a otras de mayor calado si cabe, no pretendemos dejarles sin respuestas. Es posible que estén pensando en las enfermedades crónicas, las degenerativas, y por fin una vez más desemboquen en la muerte. Sí nos regeneramos, regulamos y renacemos ¿cómo es posible que enfermemos y finalmente muramos, cuando nadie quiere estar enfermo ni mucho menos morir?
Todos traemos un conjunto de recursos, caja de herramientas, y un precioso programa vital de origen con un potencial ilimitado. Ahora bien, desde que ponemos un pie en este mundo todo lo que nos afecta y absorbemos de manera directa, indirecta, incluso subliminal, nos modifica el programa de mutación hacia la ilimitación por otro bien conocido de temores, dudas, miedos que nos minan la autoestima, la seguridad en nuestro potencial, nos dificultan la posibilidad de desarrollarnos positivamente y nos va haciendo olvidar que, nuestras herramientas y recursos, en muchos casos, están tan sepultados en el programa que ya no sabemos que están ahí.
Por lo tanto, la actualización del programa se hace obligado. Una buena aceptación del presente inmediato, valentía, adaptación, flexibilidad. Por supuesto una desintoxicación física, mental, emocional y por ende espiritual, han de llevarse a cabo de forma multidimensional. A través de tratamientos holísticos que contemplen al ser como una complejidad maravillosa, llena de especializaciones conquistadas a lo largo de los tiempos, igual que La Tierra.
Morimos, es un hecho, que nos cueste más o menos aceptarlo es otra cosa. Pero si aprendemos a vivir con ello, probablemente aprovecharemos positivamente el tiempo y también seremos capaces de capitalizar nuestras experiencias con sabiduría que podamos transferir a los demás tanto en ideas, decisiones, emociones y atenciones que ahora no son lo más generalizado de nuestras acciones entre congéneres. Hasta ahora hemos sobrevivido lastimosamente y estamos al borde de provocar daños irreparables, a nosotros mismos, al planeta entero y a las generaciones venideras. Podemos probar a cambiar la actitud y posicionarnos en el otro lado de la cuerda, en lugar de tirar para aprovecharnos de mas, tirar para atraer las bendiciones que se esconden debajo de todo momento especial y este, lo es por antonomasia.
Es una opción, pero también es una obligación y una responsabilidad que nos viene dada con el regalo de la Vida. No hacer frente a tales deberes es una dejación injustificable y nos sitúa en una posición de necios. Por supuesto, todos somos libres y también poseemos el don del libre albedrío. Usarlo con sabiduría es nuestro privilegio, dejarlo en desuso o mal uso sería un Pecado Mortal. Elige, pues no hay mucho tiempo.